Capítulo 2. BUENOS AIRES

 

Llegué a Buenos Aires el 9 de julio por la mañana, justo el día de la fiesta nacional argentina, dedicada a la misma fecha del año 1816, cuando los representantes de once provincias del entonces Virreinato español del Río de la Plata, en la ciudad de Tucumán, en la provincia del mismo nombre, declararon su independencia de la Corona Española, sentando así las bases jurídico-estatales de la futura República Argentina. Este acto fue una consecuencia natural del proceso revolucionario, que había sucedido seis años antes en Buenos Aires, cuando el 25 de mayo de 1810 los nativos (criollos) derrocaron al virrey Hidalgo de Cisneros y formaron el primer gobierno propio llamado "Primera Junta". Junto con el 9 de julio, Día de la Independencia, el 25 de mayo, Día de la Revolución, es la otra gran fiesta nacional en la República Argentina.

Al llegar me alojé en una pensión en el centro de la ciudad. Sabiendo de la celebración de la fiesta patria, fui a la histórica Plaza de Mayo, donde se encuentra el Cabildo, donde en 1810 se había puesto en marcha un acto revolucionario, y a continuación fui el Palacio Presidencial (Casa Rosada) y la Catedral. Así que tuve la oportunidad de vivir de cerca este evento festivo y ver el paso del entonces presidente, Hipólito Yrigoyen, con los miembros del gobierno, desde el Palacio Presidencial hasta la Catedral donde se realizó el Tedeum. Los diarios de ese día estaban llenos de artículos dedicados al significado histórico de la celebración, que luego leí con gran interés para aprender sobre la historia de la liberación de los países de América del Sur de los dominios españoles.

Siguiendo las indicaciones que me dieron por telegrama, fui al día siguiente a la Legación de Yugoslavia, en la calle Charcas 1705, para presentarme a tomar mi trabajo. En ese entonces, el embajador y ministro plenipotenciario en Buenos Aires era el Dr. Milorad Strážnický, profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Zagreb. Alto, elegante, cuidadosamente vestido, de unos 50 años, de pelo gris, el Dr. Strážnický me recibió amablemente. Durante la conversación, dijo que él sabía que el Ministro de Asuntos Sociales me había nombrado Delegado, pero que él no podía permitirme tomar mi cargo ya que la Delegación para los Inmigrantes no dependía ni formalmente ni de facto de la Legación, sino directamente del Ministerio de Asuntos Sociales.

Al ver mi sorpresa, el Embajador me aclaró que antes de que se estableciera la Legación, en Buenos Aires existía un Consulado General y una Delegación del Ministerio de Asuntos Sociales para los Inmigrantes. El primer Delegado fue Jovo Marčetić, y el primer Cónsul General, el juez Ivo Grisogono, hermano de Prvislav, líder del partido de Pribićević y varias veces ministro. Marčetić, quien todavía estaba al frente de la Delegación, logró desde el principio mantener su independencia respecto del Consulado General y después de la Legación, cuando Grisogono fue nombrado primer Ministro (Embajador). Cuando el Dr. Strážnický tomó la función de Ministro (Embajador) después de Grisogono, no quiso poner en cuestión la relación entre la Legación y la Delegación, entonces la situación se mantuvo como hasta entonces.

Me recomendó que yo fuera directamente a ver a Marčetić y que, sobre la base del telegrama de nombramiento, le pidiera que me pasara la función. Si hubiera alguna dificultad, que hablara con el Dr. Zoran Dragutinović, consejero de la Legación y director del Departamento consular, y le pidiera que intervenga. Dijo que las oficinas del Consulado y de la Delegación se encontraban en el mismo edificio, Avenida de Mayo 1380, el primero de ellos en el noveno piso, y el otro en el piso 11.

"Si usted no logra ni lo uno ni lo otro, póngase en contacto por telegrama con su tío, el Ministro Preka", terminó su consejo el ministro Strážnický.

A partir de esta observación estaba claro que el Dr. Strážnický pensaba que el Ministro Preka era pariente mío y que probablemente esa era la razón por la cual el Embajador había estado mucho más abierto conmigo, de lo que cabría esperar. Consideré oportuno no hablar sobre ese parentesco que no era tal.

Después de la conversación no me quedaba otra que ir a ver a Marčetić. Me anuncié a través del secretario y fui recibido. Jovo Marčetić era un hombre de unos sesenta años, de abundante pelo canoso, peinado como los artistas. Llevaba anteojos de marcos oscuros y cristales gruesos. Claramente era miope.

Fue amable. Me ofreció sentarme y de repente hizo tres preguntas: Cuánto tiempo hacía que estaba en Argentina, qué hacía y qué necesitaba de la Delegación. Fingió que no sabía mi nombre, cuando yo ya se lo había dado a su secretario. Es por eso que repetí mi nombre agregando que había recibido un telegrama del Ministro de Asuntos Sociales comunicándome que me había nombrado Delegado para los Inmigrantes en Buenos Aires. Saqué y le di a leer el telegrama en cuestión, y le dije que el Embajador Dr. Stražnicki me dio instrucciones de ir directamente a la Delegación.

Marčetić puso cara de hombre sorprendido, y me respondió que sobre mi nombramiento no sabía nada y que, por consiguiente no podía entregarme el puesto.

Yo no podía creer que el Ministerio no le había informado a Marčetić de mi nombramiento, pero estaba claro que ninguna discusión ulterior sería de provecho.

Decidí visitar al consejero de la Legación, Dr. Dragutinović, lo que hice enseguida.

El Dr. Dragutinović me recibió inmediatamente. Era un señor de unos cuarenta años, de cara amable, modales pulidos. Le informé sobre mi nombramiento y de mis visitas al Embajador Strážnicki y al Delegado Marčetić. Según las instrucciones del Embajador recurrí a él para solicitarle que interceda a fin de que yo pueda asumir las funciones de Delegado para el que había sido nombrado.

El Dr. Dragutinović me escuchó con atención, pero su respuesta fue más breve y prudente que la del Embajador Stražnycki. Él me confirmó que la Delegación dependía directamente del Ministerio de Asuntos Sociales y que él no podía intervenir en ese tema. Me recomendó que me dirija al Ministro.

Después de esto yo no podía hacer otra cosa que informar telegráficamente al Ministro Preka, de que yo no podía tomar posesión de mi cargo, porque el Delegado Marčetić no había sido informado acerca de mi nombramiento. A fin de recibir la respuesta di mi dirección temporaria en Buenos Aires.

Dos días más tarde, recibí la contestación donde se me informaba se le había dado a Marčetić la orden de que me entregara el cargo. Luego de recibir esa respuesta, llegué a la conclusión de que estaba informado de mi nombramiento, pero que no quería entregarme el cargo, lo que él mismo me confirmó más tarde.

Volví a Marčetić. Esta vez, me recibió muy amablemente. Sobre el telegrama recibido no le dije nada, sino que dejé que él me confirme, que recibió el anuncio de mi nombramiento, lo que hizo de inmediato.

Al comenzar me dijo que fue trasladado al Comisariato para los Emigrantes en Zagreb. Se quedaría en Buenos Aires hasta finales del mes, y durante ese tiempo me introduciría en el trabajo. Me presentó a Spasoje Tommaseo, que era empleado contratado y se desempeñaba como Secretario de la Delegación. Me recomendó mantenerlo en servicio, en el que estaba desde 1923, desde el establecimiento de la Delegación. Además del idioma croata conocía de forma excelente los idiomas español, italiano y alemán, también conocía la situación local y las tareas de esa oficina. Le respondí que no era mi intención cambiar al secretario y que Tommaseo permanecería en su puesto.

Un tiempo dentro de la oficina, y otro poco fuera del trabajo, el resto del mes de julio lo pasé en compañía de Marčetić. Él era muy conversador y abierto. Habló también en repetidas ocasiones de la situación en Argentina, de la organización de los servicios para los inmigrantes en nuestra patria y en el extranjero, sobre su pasado y las razones por las que en un principio no tenía intención de entregarme el cargo.

Durante su servicio de siete años en Buenos Aires, Marčetić había conocido a fondo la situación política y económica de Argentina y de los países vecinos. Por eso no nos fue difícil estar de acuerdo en el hecho de que América del Sur no era el lugar adecuado para emigrar. Se debía lograr que el Ministerio restringiera la emigración otorgando visas solamente a aquellos que presentaran confirmación oficial de la llamada de sus parientes.

En este breve tiempo aprendí mucho de Marčetić sobre la organización del servicio para los inmigrantes, tanto antes de la Primera Guerra Mundial, durante el Reino de Croacia y Eslavonia, como después de la guerra, durante la vigencia del Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos.

El Reino de Croacia ya en 1883 tenía una ley sobre emigración. Diez años después de eso había sido creado el Departamento de Emigración dentro de la Sección de Asuntos Internos de Croacia (en ese entonces bajo administración del Ban -gobernador-), que luego fue el Departamento de Asuntos Migratorios. Croacia fue el primer país en Europa, que introdujo el seguro obligatorio para los emigrantes durante su viaje.

Durante el Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos se aprobó la Ley de emigración en 1921. Su aplicación se reguló un año después[1].

De acuerdo con esta normativa, los órganos del servicio de emigraciones eran: el Departamento de Emigraciones del Ministerio de Asuntos Sociales en Belgrado; el Comisariato General de Emigraciones en Zagreb; Supervisores y Delegados del Ministerio de Asuntos Sociales.

Serbia no tenía problemas de emigración, ni por lo tanto una organización apropiada. Por eso, en un principio todo el servicio para los emigrantes era llevado por el Comisariato General, es decir, por el antiguo Departamento creado durante la Croacia administrada por el Ban. Un año después de la aprobación de dicha ley, el Ministerio se hizo cargo de la gestión de la política emigratoria, y al Comisariato le quedaron las tareas de gestión de carácter técnico.

Los supervisores de migración eran funcionarios del Ministerio o del Comisariato, encargados de tareas especiales, como escoltar a los grupos más grandes de emigrantes desde su patria hasta el puerto de embarque, y a veces hasta el país de destino.

Los Delegados para la emigración eran designados por el Ministro de Asuntos Sociales. Su tarea era cuidar de los que habían emigrado de acuerdo al área que le correspondía a cada uno y en ocasiones debían informar al Ministerio y al Comisariato. En ese momento había tres delegaciones: en París, en Washington y en Buenos Aires; este última con competencia sobre toda América del Sur.

Me enteré por el propio Marčetić de que su familia era originaria de Knin. Antes de la Primera Guerra Mundial, su padre había sido jefe de la representación de una empresa de buques, creo que se llamaba “Lloyd Austríaco”. Allí Jovo había asistido a los primeros años de la escuela secundaria, pero luego continuó su educación en Odessa, en el Mar Negro, donde su padre había sido trasladado como jefe de la representación local de la empresa. No estoy hoy seguro, pero creo que asistió también a la Universidad de Zagreb. De las lenguas extranjeras sabía español, italiano, francés y ruso. Él era admirador de la Rusia Imperial. Como la mayoría de los serbios de Knin, él y toda su familia pertenecían al Partido Radical Serbio, en cuyas filas había encontrado apoyo para su carrera en la administración pública. No quería a los croatas. Aun así prefería ser trasladado al Comisariato en Zagreb, y no al Ministerio en Belgrado.

En el curso de nuestras conversaciones no dudó en admitirme que fue informado en tiempo oportuno sobre mi nombramiento, pero había decidido no entregarme el puesto, sino cerrar la oficina y entregar las llaves a la Legación. Y me dijo la razón: Recibió un informe por escrito, del cónsul honorario en Montevideo, Mihajl Alagić, donde decía que yo era un elemento anti-Estado. Cambió de opinión cuando recibió del Ministro la orden explícita de entregarme la oficina. Luego añadió que después de siete años se había cansado de vivir ocupándose de los que habían emigrado y que deseaba volver a su casa.

El nombre de Mihajl Alagić no me era desconocido. Durante mi estancia en Montevideo había oído su nombre a menudo de boca de los inmigrantes croatas. En ese entonces Alagić era gerente de una cantera de la familia Lussich, y al mismo tiempo se desempeñaba como cónsul honorario yugoslavo. Alagić era uno de los montenegrinos que no simpatizaban con los croatas. Elogiaba públicamente a Puniša Račić, y como Cónsul le hacía problemas a los croatas siempre que podía. Como gerente de la cantera ofendía rebajando a los trabajadores croatas.

A mí, por lo tanto, no me sorprendió que Alagić se ocupara de mi nombramiento como Delegado para los inmigrantes, porque en Montevideo se sabía de mis convicciones políticas.

Marčetić me relató cómo el Cónsul General Ivo Grisogono se convirtió en el primer Legado (Embajador) del Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos (SHS) en Buenos Aires.

En el tiempo de la apertura del Consulado General en Buenos Aires, allá alrededor de 1923, estaban vivos los conocidos hermanos Mihanović, Nikola y Miho (Nicolás y Miguel). Nacidos en la localidad de Doli, situada en el comienzo de la península de Peljesac, Nikola era un niño al final de los años sesenta (1867) cuando llegó a Buenos Aires. Con trabajo, ahorro y habilidad para los negocios, una década más tarde se convirtió en armador y llegó a ser un magnate naval. Dominó la navegación en los grandes ríos de La Plata, Uruguay, Paraná y Paraguay. Con la ayuda de Nikola también Miho fundó su empresa de vapores, que hacía la navegación costera a lo largo del Atlántico sur, todo el camino hasta la Tierra del Fuego[2].

Gracias al prestigio y la influencia de Nikola en la Argentina, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Viena lo nombró Cónsul General Honorario y el emperador Francisco José I le otorgó el título de barón. Durante toda su vida, Nikola se sintió croata, leal al emperador de Austria que también era rey de Croacia. Incluso después de la caída de la monarquía no se convirtió en "yugoslavo".

A diferencia de Nikola, su joven hermano Miho se convirtió con el tiempo en miembro de la sociedad "Jadran" (Adriático), que bajo ese nombre reunía en Buenos Aires a los seguidores del Dr. Ante Trumbić y representaba a la "Defensa Yugoslava", creada por él.

Tan pronto como llegó a Buenos Aires, Grisogono trató de acercarse al acaudalado Nikola, para que ayudara de alguna manera el Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos-SHS. Se quejó de que no disponía de un local adecuado para el Consulado General, y esperaba que Nikola pudiera donar para este fin alguno de los muchos edificios que poseía en Buenos Aires. Nikola se defendió con la objeción de que, a pesar de que había tantos inmigrantes croatas en Argentina, a Belgrado no le parecía necesario establecer una Legación, sino tan solo un Consulado General. En base a esa objeción, Grisogono consiguió una promesa de Mihanović: donar un edificio, si Belgrado establecía una Legación (Embajada).

Nada perezoso, Grisogono inmediatamente viajó a Belgrado e informó al Ministro de Relaciones Exteriores, que Nikola Mihanović estaba dispuesto a donar al Estado uno de sus edificios, si el gobierno establecía una Legación en Buenos Aires y a él, Ivo Grisogono, lo nombraba Embajador.

Y sucedió así: el Ministerio estableció la Legación, Grisogono se convirtió en Embajador, y Nikola Mihanović donó al Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos un palacio situado en la calle Charcas 1705 [3].

A finales de julio de 1930, Tommaseo y yo acompañamos al barco a Marčetić, quien pasando por Génova iba a Zagreb como alto funcionario del Comisariato para la Emigración. Consigo llevaba varias maletas de artesanías indígenas del norte de Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú, que había recolectado a lo largo de los años[4].

Después de la partida de Marčetić me puse a trabajar. Yo mismo había experimentado la dura vida de inmigrante, así que quería ayudar a los necesitados. Mi actividad se centró en dos áreas: la bolsa de trabajo y posibilitar el regreso a su patria a aquellos inmigrantes que se habían cansado de luchar por sobrevivir y querían volver a su casa.

Las condiciones de vida eran muy difíciles. La mayoría de nuestra gente eran campesinos, sin oficio, con pocos años de escolaridad. La gran mayoría solamente podía vender su fuerza física como trabajadores independientes en el trabajo de la construcción, que de todos modos había poco, o como trabajadores agrícolas temporales en el tiempo de la cosecha y un poco después, lo que duraba dos o tres meses al año. Raramente podía encontrarse un capataz croata. Quienes vivían en las ciudades, estaban sin trabajo y no tenían parientes o amigos para ayudarlos, a la noche caminaban por la calle y buscaban alimento entre los residuos de los hogares. Para ir al trabajo en el campo se viajaba sin dinero ni pasaje, sobre el techo de los vagones de los trenes de carga. Hubo casos en que viajando distraídos, al cruzar a través de arroyos y riachos, morían decapitados por las superestructuras de los puentes ferroviarios

Lo relativo a la bolsa de trabajo podía llevarse a cabo sólo a través de la Dirección General de Migraciones. Yo establecí allí una relación: regularmente concurría a la oficina y a veces tenía la suerte de ubicar a pequeños grupos de personas en las obras públicas. Más allá de frigoríficos, molinos y plantas de procesamiento de productos agrícolas, no había otros tipos de empresas industriales en Argentina.

Pero mucho más se podía ayudar a los inmigrantes consiguiéndoles un viaje de retorno gratis a su patria, para lo que había grandes posibilidades.

Ya en 1922 el Comisariato General para los Emigrantes en Zagreb emprendió medidas para proteger a los emigrantes mientras viajaban a través del océano. Estas medidas tenían forma de contratos, que las empresas navieras tenían que firmar si querían adquirir el derecho a transportar a los emigrantes desde el Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos (SHS) al extranjero. Aparte de las medidas de seguridad habituales y la prohibición de empleo a bordo durante el viaje, el contrato contenía una cláusula, según la cual la compañía naviera se comprometía a disponer de 15 pasajes gratuitos de vuelta en cada uno de sus barcos para los inmigrantes que quisieran retornar a los puertos europeos de desembarque. La decisión sobre el reparto de los beneficios a repatriados fue dejada a las Delegaciones para los Inmigrantes en Washington y Buenos Aires. Además, el Comisariato para los Emigrantes en Zagreb y el Ministerio de Asuntos Sociales tenían derecho, en virtud del contrato, de ubicar en el barco, en ambos sentidos de viaje, a su Delegado para los Inmigrantes, con el derecho a transporte gratis en Primera Clase.

Las agencias de buques de vapor en Buenos Aires, cuyas empresas habían firmado el contrato en 1923, cumplían sin objeción las órdenes de embarque emitidas por la Delegación para los Inmigrantes. Antes de su partida, Marčetić visitó conmigo todas las agencias, presentando y recomendándome a sus directivos. Es por eso que más tarde, cuando me encontré con un gran número de pedidos no resueltos de repatriación gratuita, principalmente de inmigrantes de nacionalidad croata, fue difícil de entender si la distribución escasa que hacía Marčetić de estos beneficios era para proteger los intereses de los armadores; si se trataba de un descuido administrativo o, tal vez, lo hacía por razones de carácter político. Cualquiera sea la razón, lo que hizo en aquellos tiempos difíciles no tenía excusa.

Es por eso que desde el primer día me preocupé de que se ocuparan los 15 sitios permitidos. Revisé las peticiones no resueltas, las puse en orden cronológico y con la ayuda leal del secretario Tommaseo comencé a resolverlas. Suprimí el pago de tasas administrativas, que la Delegación cobraba a los repatriados, y cubrí el faltante con los fondos, que por el importe de 100 dólares por mes, ponían a disposición para mis viáticos. De los mismos recursos le proporcionaba una ayuda a los repatriados que no tenían suficiente dinero.

Ese proceder mío rápidamente se hizo conocido entre los inmigrantes y en la Legación. En relación con esto, me invitó el ministro Dr. Strážnický. Me felicitó por mi trabajo y me dijo que me podría presentar al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino como miembro del cuerpo diplomático, lo cual agradecí pero no acepté. Era consciente de que mi nombramiento en Buenos Aires era temporario y relacionado con la persona del ministro Preka, así que cuando él partiera, también yo me tendría que ir. Además, yo tenía el ferviente deseo de seguir mis estudios superiores, y esa era una oportunidad de ahorrar con ese propósito, al menos parte de los fondos necesarios, mientras que formar parte del cuerpo diplomático me hubiese costado dinero para tener el equipo adecuado.

Entre los inmigrantes mi proceder tuvo como consecuencia de que llegaban cada vez más pedidos para el regreso y que la gente comenzó a visitarme. Yo los recibía personalmente, mientras que el anterior delegado lo hacía muy raramente. Como la mayor parte de los solicitantes no podían escribir su presentación en forma adecuada, le pedían ayuda a conocidos que sabían escribir, quienes presumiblemente por una pequeña recompensa, escribían las solicitudes. En un momento empecé a recibir un mayor número de solicitudes, que comenzaban con el encabezamiento, "Su Majestad Señor Inmigrante!". Averigüé y me enteré de que era un escribiente (equivalente a un gestor en estos días) quien afirmaba -y la gente le creía-, que "sabía" escribir bien las solicitudes, y que por eso eran resueltas de forma rápida y conveniente. Tal vez él mismo creía que el título halagador, con el que comenzaban sus solicitudes, tenía influencia en las resoluciones rápidas.

En Uruguay y Brasil también se enteraron de la posibilidad de la repatriación, así que una vez que los pasajes estaban aprobados, teníamos que reservar los lugares en los barcos, que serían abordados por los repatriados en los puertos de Montevideo y Santos según correspondiere.

Durante el tiempo de mi servicio envié desde los puertos de los océanos Atlántico y Pacífico de Sudamérica a varios miles de inmigrantes de regreso, quienes estaban en situaciones lamentables, algunos con las familias, no haciendo distinción de nacionalidades.

Con el personal del Consulado no tenía contactos, salvo algún raro contacto oficial. Me habían advertido que el Ministerio del Interior había enviado desde Belgrado a Buenos Aires al montenegrino Basilio Burić con la tarea de supervisar políticamente al total del personal de la Legación, Consulado y de la Delegación para los Inmigrantes, y como entre nosotros no había más que croatas y eslovenos, todos lo evitábamos.

Poco tiempo después de que me mudé de Montevideo a Buenos Aires, también lo hizo mi amigo Mate Rebac. Poco acostumbrado a la disciplina de una oficina, decidió no buscar empleo y en su lugar dedicarse al trabajo político. Comenzó publicando el periódico "Hrvatska Misao - El Pensamiento Croata" y obtuvo el apoyo de los miembros del "Hogar Croata", fundado en 1928 en Montevideo. Los miembros de la Sociedad venían de todas las regiones de Croacia, y eran principalmente agricultores de Herzegovina, simpatizantes del HSS-Partido Campesino Croata, y algunos de ellos eran miembros de ese partido en su patria. El primer, y todavía activo presidente de la sociedad era José Papo, judío sefardí de Sarajevo, de orientación croata. En la segunda mitad del año 1930, Rebac creía que Argentina le ofrecía mayores oportunidades para la actividad política, y se trasladó a Buenos Aires, donde continuó publicando su periódico. Estando todavía en Montevideo, y más tarde en Buenos Aires, publicó en su periódico "Hrvatska Misao - El Pensamiento Croata" algunas de las contribuciones que yo escribía, sin firmar, y ya en Buenos Aires a veces, cuando podía, lo ayudaba para que el periódico se pudiese imprimir.

En ese tiempo había en el extranjero dos grupos de emigrantes políticos; uno que vino después de 1918, luego de la creación del Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos (SHS), y el segundo, después de proclamada la dictadura del rey Alejandro. Sobre las actividades del primer grupo no sabíamos mucho. Sabíamos que su centro estaba en Viena y que a ese grupo pertenecían oficiales croatas liderados por el General Barón Stjepan Sarkotić. El segundo grupo se formó por los nuevos emigrados políticos: el Dr. Ante Pavelić, y Gustav Perčec, vicepresidente y secretario respectivamente del Partido Croata del Derecho; el Ing August Košutić y el Dr. Juraj Krnjević, vicepresidente y secretario general del Partido Campesino Croata. Respecto del Dr. Pavelić se sabía que residía en Italia, y del Dr. Krnjević, en Suiza. A través de la publicación "Croatia", que llegaba también a Buenos Aires, editada por el Dr. Krnjević, supimos también su dirección[5]. Se creía que toda la emigración política cooperaba y que su programa era la separación de Serbia y el establecimiento del Estado Croata.

Al Dr. Krnjević le escribían muchos emigrantes, él les contestaba en la mayoría de los casos. También Mate Rebac se puso en contacto con él. A partir de las cartas que Rebac me dio para leer, supimos que el Dr. Krnjević se dedicaba principalmente a cuestiones partidarias; y no mencionaba al Estado Croata en esas cartas.

Dentro de la dirección del Partido Campesino Croata-HSS actuaba en ese entonces en Buenos Aires también Drago Mihaljević, quien había pertenecido al mismo en su patria y era un alto dirigente. Había nacido en Duvno (Herzegovina) se había casado y tenía un hijo. Él era afinador de órganos y de eso vivía. Publicó la revista "Croacia Libre". Solía visitarme a menudo en la oficina, donde conversábamos amistosamente. Él mantenía contacto con el Ing. August Košutić. Conversando con él, pude ver también que no había unidad de pensamiento político entre los representantes del HSS-Partido Campesino Croata y el HSP-Partido Croata del Derecho.

Ese partidismo de los representantes del Partido Campesino Croata en el exilio me acercó en forma cierta y decidida a la orientación política del dr. Ante Pavelić, y me motivó a escribirle un poco más tarde.

Tras la decisión de romper con el Partido Campesino Croata, del cual yo era miembro desde 1927, sentí la necesidad de buscar contacto con gente de las filas de los nacionalistas croatas en Buenos Aires. A partir de las conversaciones con Mihaljević, quien conocía muy bien las circunstancias locales, supe de la existencia del Ing. Ivan Collussi, originario de Jaska, y del Prof. Ivan Žuvanić, de Zadar. Collussi era ingeniero civil en una gran empresa alemana de Obras Públicas y el profesor Žuvanić enseñaba lenguas clásicas: griego y latín. De acuerdo a lo dicho por Mihaljević, ambos eran nacionalistas croatas.

A mediados de septiembre de 1930, decidí visitar al Ing. Collussi, para conocerlo. Fui a su oficina y me anuncié. Mi nombre no le era desconocido. La reubicación de Marčetić y mi llegada en su lugar se había advertido en los círculos de los emigrados que residían en Buenos Aires. Mi visita le sorprendió. No esperaba recibir la visita en su oficina del Delegado para los Inmigrantes, enviado por el Ministerio de Asuntos Sociales de su odiada Belgrado. Pero después de la larga conversación de ese día, establecimos una relación, que con el tiempo se convirtió en una amistad personal y una cooperación política estrecha[6].

A través de Kolusi conocí al profesor Žuvanić, pero con él no mantuve un contacto estrecho. Colussi había entrado en la vida política activa en Argentina después del asesinato de Stjepan Radić y sus camaradas, mientras que Žuvanić ya era políticamente activo en Buenos Aires en el año 1914. El 3 de agosto de ese año, participó en la fundación de la Sociedad "Hrvatska Straža - Guardia Croata" y era el quinto de los dieciséis signatarios de las conclusiones de esa organización improvisada, la que, con motivo del estallido de la guerra entre el Imperio Austro-Húngaro y el Reino de Serbia, invitó a todos los eslavos de la monarquía a organizarse en unidades de voluntarios, quienes ya sea en las filas serbias, o en las filas francesas irían a luchar contra la supremacía (alemana), que les restringía la libertad[7].

Más tarde, cuando en 1915 bajo el nombre de "Jadran" (El Adriático) se establecieron filiales sudamericanas de la "Defensa Nacional Yugoslava"[8] en representación del "Comité Yugoslavo" de Trumbić, Žuvanić estuvo activo en la filial Buenos Aires.

De esencia croata, el yugoslavismo de Žuvanić, al igual que el de muchos otros inmigrantes croatas, experimentó un derrumbe completo después del asesinato de Radić y sus compañeros en la Asamblea Nacional de Belgrado. La salida para expresar su patriotismo la encontró en el trabajo constante y denodado sobre todo en la organización "Hrvatski Domobran – La defensa del hogar croata" para América del Sur[9].

Poco tiempo después de conocernos, Kolusi me invitó a visitar su casa en Vicente López, suburbio de Buenos Aires. Desde entonces, manteníamos reuniones en su casa, donde podíamos hablar en paz. Durante estas conversaciones, conocí en detalle la situación política dentro del grupo nacional croata en Buenos Aires. Según lo dicho por Kolusi, llegamos a la conclusión de que, a pesar de la dura situación económica, se podría reunir y organizar políticamente a amplias capas de inmigrantes croatas, pero para ese trabajo debía venir a un hombre desde Europa, ya que en Argentina no había una persona que fuera fue capaz de ganarse la confianza de los inmigrantes.

Pensando en ello, decidí comunicarme con el Dr. Ante Pavelić, de quien se sabía que se encontraba en Italia. Además yo sabía que el Dr. Branko Jelić también se encontraba en el exilio. Este último era un hombre joven, quien en Buenos Aires podría ganar su pan como médico y ser económicamente independiente de los inmigrantes, lo que era de gran importancia. Jelić era, además, nativo de Dalmacia en Croacia, como la mayoría de los inmigrantes croatas en Argentina.

Concreté mi intención, si mi memoria no me engaña, a mediados de octubre de 1930. Le escribí al Dr. Ante Pavelić. Al comienzo de la carta me presenté y aclaré qué posición ocupaba temporariamente. Le pedí que no se sorprendiera de mi actitud, porque me movían sólo impulsos patrióticos. Entonces le presenté en detalle las circunstancias dentro de nuestro grupo nacional y expresé la opinión de que los inmigrantes croatas podían organizarse políticamente, pero para eso no había un hombre adecuado en la Argentina. Terminé la carta con la opinión de que el más adecuado sería el Dr. Branko Jelić y declaré las razones para eso. Al no tener la dirección del Dr. Ante Pavelić, puse la calle y número del periódico "Croatia", que publicaba el Dr. Krnjević en Ginebra.

En ese tiempo ocurrió el golpe militar en Argentina, en el que el 6 de septiembre de 1930, el general José Uriburu derrocó al presidente de la República, elegido democráticamente: Hipólito Yrigoyen[10], de 78 años de edad.

Por lo demás en Buenos Aires yo vivía concentrado en mi trabajo. Ayudaba a mi madre, ahorraba y estudiaba.

Tuve la oportunidad de conocer al muy respetado Sr. Miho (Miguel) Mihanović, hermano menor de Nicolás. Él era un hombre culto, que estaba interesado en los libros, y en su departamento, ubicado en la calle Sarmiento 378, tenía una rica biblioteca. En lo de Mihanović conocí al periodista Ivan Filip Lupis-Vukić, nativo de la península de Pelješac, quien antes de eso había vivido mucho en EE.UU. y después de regresar a su patria, escribía como periodista sobre temas de la emigración. Estaba en Argentina invitado por Miho Mihanović quien le había confiado la tarea de escribir la historia de la inmigración croata en Argentina. Vukić me dijo que su trabajo debería tomar tres volúmenes. Se quedó en Argentina unos años. Visitó los asentamientos croatas, pero nunca publicó el libro.

 



[1] Más sobre este tema: V. Holjevac, op. cit., especialmente p. 42 y ss.

[2] Holjevac, op. cit., p. 202.

[3] Se decía que Mihanović había donado este edificio personalmente al emperador y rey Francisco José I. Como la Cancillería de la Corte no confirmó formalmente la aceptación de la donación, nunca se llevó a cabo la transferencia notarial de la propiedad. Después de la muerte del emperador, Mihanović permaneció como propietario del edificio, que más tarde fue donado al Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Hoy en día (1985) se encuentra allí la Embajada de la Yugoslavia comunista. (VV).

[4] Con Jovo Marčetić me encontré 14 años más tarde en Zagreb. Yo era miembro del Gobierno de Croacia, y él era empleado del Comisariato para la Emigración. Uno de los miembros cercanos de su familia, fue detenido por la policía, y me vino a pedir ayuda. Hice lo que estaba a mi alcance para ayudarlo, pero no pude. Se había comprobado la participación de este familiar suyo en la recolección de fondos para ayudar a los partisanos. Me alegré cuando supe que el interesado permaneció con vida después de 1945.

[5] La dirección del periódico era: CROATIA, periódico político croata, Ginebra (Suiza) 70, Route de Florissant.

[6] El nombre originalmente era Marion-Collussi, de origen italiano. Así lo escribía oficialmente el propio Ing. Ivo. Pero en sus apariciones políticas, escribía su nombre usando la ortografía fonética croata, agregando también el nombre de su madre: Ivan Marion-Kolusi Šimanović. El padre del Ing. Ivo, Josip Marion-Collussi, nació en Udine, Friuli (1853), que por el tratado de paz de Viena (1809) se convirtió en una provincia austríaca. Se trasladó a Croacia en 1878. Se casó en 1880 con María Kamila pl. Šimanović. Su hijo Ivo nació en Jaska el 24 de junio de 1887. Terminó la escuela primaria en Jaska, la escuela secundaria, en Karlovac y la Escuela Superior Técnica, en Alemania (Leipzig, Dresde). Emigró de su patria poco después de la creación del Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Él era partidario de Stjepan Radić, y después de su muerte, se convirtió en nacionalista croata. El Ing. Ivo Kolusi, cuyo nombre desde ahora vamos a escribir así, era tío del Dr. Vladimir Židovec, primer embajador de NDH (Estado Independiente de Croacia 1941-1945) en Bulgaria y mártir croata. El Ing. Kolusi murió en Tandil, Argentina, en febrero de 1950.

[7] F. Šišić, op. cit., p. 4. En una serie de 186 documentos, que Šišić publicó como documentos sobre el origen del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, esta declaración de la "Guardia croata" en Buenos Aires tuvo lugar en tercer término. Primeramente se dio a conocer el manifiesto del Gobierno de Serbia (25 de julio de 1914) a la gente, y luego, un manifiesto del regente Alejandro (29 de julio) a los serbios heroicos; el primero refería al ultimátum de Austria, y el segundo a la declaración de guerra del Imperio Austro-Húngaro al Reino de Serbia. Ese tercer documento, del 3 de agosto de 1914, estaba acompañado en la de Šišić por la siguiente nota al pie del texto de la conclusión:

"Ante la noticia de que Austro-Hungría le declaró la guerra a Serbia, se pusieron de acuerdo en Buenos Aires los antiguos hijos de nuestra sociedad "Hrvatska straža" – Guardia Croata, que publicó el "Manifiesto a los pueblos de sangre eslava de la monarquía austro-húngara”. Este manifiesto era la respuesta a la proclamación del consulado austro-húngaro local, que llamaba a los súbditos de la antigua monarquía, a presentarse para ser enviados a su patria para servir en el ejército austro-húngaro."

[8] Sobre «J.N.O. Defensa Nacional Yugoslava», op.cit, p. 41, con nota junto al documento número 25.

[9] Después de la llegada del Dr. Branko Jelić en Buenos Aires, Žuvanić se unió a la organización "Hrvatski Domobran - Defensa del Hogar Croata". En junio de 1931, fue miembro de la conducción provisoria, donde estaban el Dr. Branko Jelić, el Prof. Žuvanić, el Ing. Kolusi, Marijan Majnarić y Vjekoslav Bauer. (De acuerdo con "Croacia", Buenos Aires, Boletín Informativo, Junio 1931, Redactado por Ivan Marion-Kolusi Šimanović). En el primer congreso de "Hrvatski Domobran - La Defensa del Hogar Croata", Žuvanić fue elegido (13 de septiembre 1931) primer Starješina (Jefe) de la Junta Administrativa de la Sociedad ("Hrvatski Domobran", semanal, Vol. II, No. 15-16, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1931). Esta elección se repite en la mayoría de los Congresos siguientes.

[10] Con este golpe de Estado militar comenzó la inestabilidad de las instituciones del gobierno argentino, que duró hasta 1983, alternando largos gobiernos militares con gobiernos civiles de corta duración.