APUNTES DE SPLIT. PARTE 2

Por Irene Lukovich

Periodista

 

¿Siguen ahí queridos lectores? Genial: todavía tengo muchas más cosas de Croacia para contarles.

Paracaidista aterriza frente a Sv. Frane

 

Promediaba abril cuando el clima empezó a cambiar y todos los alumnos, uno a uno, caímos enfermos. Algunos tuvieron la suerte de padecer sólo resfríos fuertes y otros se engriparon horrible. Yo pensaba que iba a sortear ese destino pero me equivoqué: un día, como quien no quiere la cosa, me empezó a doler todo. Dio la casualidad que ese día era, justamente, domingo; así que aprovecho para recomendarles que eviten enfermarse un domingo en Split: no hay una sola farmacia abierta. Por fortuna mi amiga Maja es croata de pura cepa y, a sabiendas de la situación, me alcanzó desde su casa un antigripal que empecé a tomar cada 6 horas. Pero mi salud no mejoraba y después de 10 días de acumular congestión empecé con una tos digna de un señor gordo afecto al tabaco y al alcohol. Llegué al límite de resistencia cuando la vecina de abajo –a la sazón dueña del departamento en el que yo vivía- me envió el siguiente mensaje de texto, en inglés: “Dear Irene, te escuché toser anoche. Deberías ir al médico”. Y la verdad es que tenía razón, así que llamé al seguro de salud, que enseguida me asignó al otorrino en cuestión. Y la visita médica, como todo en Croacia, resultó una experiencia particular. Lo primero que me encantó fue que el encargado de abrirme la puerta del consultorio fuera el mismo médico: alto, un poco desgarbado y muy sonriente, usaba sobre su frente a modo de vincha ese espejito que usan en algunas especialidades para reflejar la luz en los pacientes. (Ya busco el nombre para mencionarlo con el término correcto…. se llama “espejo frontal” –sí, evidente-.) A esa altura del cuatrimestre ya podía al menos saludar en croata y dio la casualidad de que el médico planeaba para 2017 una visita a la Argentina, así que mientras me sonaba la nariz sin parar charlábamos del itinerario que tenía planeado. Luego de revisar garganta, nariz y oídos el diagnóstico fue contundente: sinusitis. Pero lo mejor sucedió cuando el médico quiso comprobar qué tan bien podía escuchar. ¿Batería de exámenes de alta complejidad? ¿Onerosas audiometrías? Nada de eso. Lógica pura: se sentó a unos 3 o 4 metros de donde yo estaba, se cubrió la boca con un cuaderno y en un susurro me preguntó: “What´s your name?” “How old are you?” Y puedo repetirlo porque lo escuché, y le respondí. Y entonces no hizo falta ningún estudio más. Tal vez les parezca una pavada, pero para mí la ausencia de secretarias, formularios y estudios complementarios me pareció un maravilloso regreso a lo esencial, una vuelta a la infancia, a un mundo más simple. En este caso hablamos de una consulta médica, pero se trata de una de las características que más me gusta de Croacia y su gente: la falta de artificio. Una cualidad que, acaso por estar en peligro de extinción, aprecio cada vez más. En fin, la consulta médica terminó con una orden de antibióticos y, literalmente, un beso en la frente. De más está decirles que apenas puse un pie en la vereda ya me sentía muchísimo mejor.

Según la hipótesis que elaboramos entre los alumnos extranjeros, la ola de pestes que nos afectó tenía una sola responsable: la obsesión croata por las corrientes de aire. Así como en Argentina los chicos no tienen permitido meterse en el mar hasta después de hacer la digestión (si, ya sé que hay una explicación orgánica a esa regla, pero mis amigos croatas se rieron mucho de esa costumbre), en Croacia –y hasta donde yo sé, en Francia piensan igual- las corrientes de aire son “el Cuco”. Nunca, jamás, habrá dos ventanas abiertas en el mismo ambiente. Ni cuando hacen 13 grados, ni cuando hacen 35. Tampoco cuando la mitad de los alumnos tiene tos. El aula fue, en primavera, el caldo de cultivo de los más variados gérmenes y, en verano, un horno a microondas. El viento es temido en todos los ámbitos y justifica cualquier comportamiento. La dueña de casa, por ejemplo, entró en mi departamento en mi ausencia y sin previo aviso para cerrar ventanas y postigos un día que anunciaban tormenta. Y cuando fui a pedirle que por favor no volviera a hacerlo, me juró que nunca más entraría a casa sin mi permiso…excepto si otra vez soplaba viento fuerte!

Salida de la Catedral el día de Sv.Duje

 

Por suerte, para Sveti Duje ya estábamos todos recuperados. El 7 de mayo, día del patrono de Split, se celebra la mayor fiesta de la ciudad con actividades que comienzan desde bien temprano en la mañana hasta después de la medianoche. Si están por esa fecha en Croacia, les recomiendo  acercarse hasta la ciudad para participar de los festejos. Este año, el día amaneció radiante y nos encontró a los madrugadores en el Peristil, de donde partió una colorida procesión de la que también participó el entonces Primer Ministro, de cuya presencia me enteré al día siguiente por la tele, porque no estaba rodeado de personal de seguridad y nadie se le abalanzaba ni le pedía una foto, ni nada. Una rareza por estas latitudes. El recorrido culminó en el extremo norte de la Riva, donde se celebró una multitudinaria misa. Hubo suelta de globos, juegos tradicionales para los chicos, degustación de productos locales y música y bailes en cada esquina. A la noche, concierto de rock en la Riva, tango en el Peristil y fuegos artificiales sobre el Adriático. Realmente un día inolvidable. Me atrevería a decir que la fecha marca tácitamente el punto de partida de la temporada: hasta principios de mayo Split es casi exclusivamente de los locales, pero a partir de entonces el volumen de turistas empieza a crecer cada semana, primero tímidamente y promediando julio en aluvión.

Parte de la procesión pasa por la Riva

Juegos tradicionales en la Voćni Trg

También Sveti Duje marcó el inicio del dilema dálmata: estudiar o ir a la playa. El clima mejoraba cada día y el dolce far niente ganaba por goleada. Cada semana abría un nuevo bar o restaurant, las heladerías surgían como hongos luego de la lluvia y las playas se equipaban para las vacaciones. El 21 de mayo inauguré la temporada de zambullidas en el mar, lujo del que pude disfrutar casi a diario a partir de entonces. Split empezaba a mostrar su mejor cara: temperatura ideal, playas todavía desiertas y toda la oferta gastronómica a disposición.

 


Vista de ensueño  en Kaštelet, Split



En paralelo, los exámenes de medio término nos mantenían ocupados. Y todo lo que aprendíamos empezaba a decantar de manera especial. El recorrido que emprendimos por la historia croata resultó, para muchos de nosotros, un recorrido por la historia familiar.  Recuerdo particularmente una clase en la que, de un momento a otro, todo el costado novelesco de la saga de mis antepasados adquirió dimensión humana. Entender el contexto histórico en el que se tomaron las decisiones que, en definitiva, marcaron mi vida, resultó un ejercicio que excedió lo académico. Personas que, puestas a protagonizar aventuras increíbles, se volvieron seres extraordinarios. Siempre me impactó la naturalidad con la que atravesaron algunos capítulos increíbles de sus vidas. Ahora me impacta mucho más.

En fin; entre esas reflexiones estaba cuando, casi sin darme cuenta, ya me sentía una local, con horarios, actividades, preferencias de tal o cual café, panadería o puesto en el Pazar. La verdad es que es curioso ese sentimiento de pertenencia a una ciudad a la que había llegado sólo dos meses antes, pero es exactamente así. De hecho, hasta que terminaron las clases sólo dejé la ciudad para escapadas cercanas, a lugares maravillosos: conocí Supetar (en Brać),  Makarska Riviera y Stari Grad (en Hvar), que aparece en el podio de mis lugares favoritos de Croacia.


 

Supetar


 

Brela, en Makarska Riviera



 

Postales de Stari Grad





 

Junio comenzó con mucho calor y un llamado al deber: los exámenes finales se acumularon en unos pocos días, así que las últimas semanas de clase fueron bien intensas (¡casi que nos estresamos en Dalmacia!). Los cuadernos de ejercicios visitaron todos los cafés de Split y repetimos la tarea una y mil veces, pero el resultado valió la pena: con el “boletín” aprobado, empezaron las vacaciones de las vacaciones. No, no se confundan, mi vida –en general- no es así de “vacacional”: este fue un año bien particular. De hecho, incluso con el ritmo pomalo ya corriendo –bah, caminando- por mis venas, en un momento me preocupé al pensar que  iba a tener demasiado tiempo libre. Pero esa reflexión duró poco: enseguida puse proa a Zagreb, primera escala de la “Hrvatski gira 2016”.

En la próxima y última entrega, el recorrido por Croacia (les prometí que lo iba a incluir ahora, pero si lo hago va a quedar demasiado largo), turistas y locales miden fuerzas en Split, y la playa se llena de contorsionistas: todos a sacarse el traje de baño mojado, cueste lo que cueste.