Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy

[continuación]

Frente a situaciones delicadas

El Arzobispo de Zagreb otorgaba toda su confianza a los consejos del abate Stepinac y a todas sus iniciativas. El Arzobispo le solicitaba, en muchas ocasiones, que resolviera situaciones delicadas y desesperadas. Fue el caso particularmente en Samobor, pequeña ciudad cerca de Zagreb donde se encuentran dos magníficas iglesias, una de las cuales data del siglo XIII y en la cual era necesario reemplazar provisionalmente al sacerdote. Los feligreses querían que lo reemplazara al cura un sacerdote de la región y se rebelaban al ver que su pedido no era atendido. El abate Stepinac vivió allí momentos difíciles y muy dolorosos.

Bajo otras circunstancias, en Zelina, los feligreses custodiaban día y noche, en el presbiterio, al sacerdote que ellos querían como párroco, contra la voluntad del Arzobispo. Los campesinos llegaron incluso a enterrar a sus muertos sin sacerdote. No hacían bautizar a sus hijos. Estaban como ciegos y dispuestos para todo... Cuando el abate Stepinac, enviado por el Arzobispo como administrador temporario llegó, no encontró frente a él más que gente encolerizada. Escuchó sus protestas y recibió insultos. No se le permitió entrar a la iglesia ni al presbiterio. Al descubrir que no podía hacer nada, regresó a Zagreb a dar su informe al Arzobispo. Este, después de haberlo escuchado sólo le dijo: "Regresa al lugar de donde vienes". El abate Stepinac regresó al pueblo, a la posada, bajo las mismas condiciones, aunque más y más difíciles según transcurría el tiempo. Durante dos semanas iba en auto hasta otro pueblo 5 km. más lejos, para celebrar misa. No podía calmar los espíritus y le era casi imposible establecer conversación con la gente. Logró escapar a un atentado: mujeres y niños le arrojaban piedras y le escupían. Con calma, el abate Stepinac pedía al pueblo tranquilidad. No quería utilizar contra ellos las medidas que hubieran correspondido para establecer el orden.

Finalmente ante su simplicidad, su calma y su gentileza, los feligreses fueron calmándose. y un día, sin brutalidad, acompañado sólo por gendarmes entró en la iglesia y al presbiterio. Poco a poco, cada vez en mayor número, la gente fue acercándose a él. En vísperas del mes de mayo, anunció que predicaría durante ese mes todos los días. El primer día había 10 personas, el segundo de 30 a 50 y cada día el número de feligreses aumentaba.

La Santa Virgen lo había ayudado otorgándole la victoria. Superada la crisis, el Arzobispo lo llamó a Zagreb y envió al pueblo al cura que había nombrado.

Un año después, en 1934, cuando el abate Stepinac fue nombrado coadjutor del Arzobispo, el nuevo cura le pidió que fuera a predicar para calmar a algunos espíritus, aún excitados. El recibimiento fue muy cálido. Comenzó su prédica hablando de la cruz y diciendo que cada uno tenía la suya: los niños, los adultos, los ancianos, los sacerdotes, incluso el Papa. concluyó diciendo que él también tenía la suya. Recordando los sucesos pasados, declaró que perdonaba todo. La gente que lo escuchaba, tenía los ojos llenos de lágrimas y después de su partida volvieron a la buena senda.

En Krašić, cuando habló de esto, dijo modestamente: "Más tarde descubrí qué buen aprendizaje fue para mi, y comprendí que la gracia de Dios me había hecho pasar por experiencias parecidas para darme fuerza, para superar las pruebas aún más difíciles que atravesaría más tarde".

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