El régimen austríaco fue
infinitamente menos duro que la dominación turca. A pesar del sistema feudal,
la falta de igualdad cada vez más marcada en provecho de los Alemanes y de los
Húngaros, los pesados impuestos y los trabajos obligados, el Imperio de los
Habsburgos era un estado de derecho, en donde el sujeto, el ser humano, no
estaba a merced de lo arbitrario. Era también un Estado abierto hacia Europa,
más desarrollado económica y culturalmente. En el siglo XVIII conocerá el
despotismo ilustrado de José II. La diferencia entre los dos imperios, se puede
notar aún en el presente: los antiguos súbditos del Imperio Austríaco
(austríacos, croatas, eslovenos, húngaros, eslovacos, checos, etc.) demuestran
su orgullo cuando se les señala el parecido que existe entre ellos en sus
costumbres, usos, arquitectura, cocina, etc. Al revés de los pueblos que
vivieron bajo el poder del antiguo Imperio Turco (serbios, búlgaros, griegos y
los turcos, ellos mismos) niegan sus parecidos y costumbres muchas veces
evidentes, pero no solo no desean esta comparación, sino que hasta se consideran
insultados. También existe un mundo danubiano y un mundo balcánico, cada uno
caracterizado por innumerables detalles de la vida cotidiana, a pesar de que
son heterogéneos, distintos, en lo lingüístico y en lo político. Estos dos
universos perpetúan el recuerdo de estos dos antiguos imperios.
En 1527, Croacia había
elegido como soberano a un Habsburgo (bajo la amenaza directa de la invasión
turca). Pero el reino en tanto que entidad jurídica subsistía, con sus
instituciones, su dieta o Sabor, su ban y su nobleza. El territorio croata
desde luego estaba reducido: Dalmacia vendida a Venecia, Eslavonia conquistada
por los Turcos, los Confines militares administrados directamente por Viena. El
reino de Croacia quedaba reducido casi a la región de Zagreb: reliquiae
reliquiarum olim inclyti regni Croatiae (restos de los restos del
ilustre antiguo reino de Croacia). Esta nostálgica fórmula latina muestra que
los croatas reducidos a tan exiguo espacio, mantenían el recuerdo del
"reino tri-unitario" de otros tiempos: Croacia, Eslavonia y Dalmacia.
Tenia un régimen feudal en el cual los privilegios de la nobleza eran muy
grandes al lado de la vida de los campesinos que trabajaban en condiciones muy
duras y sacrificadas. Pero las relaciones entre Croacia y el Imperio, eran en
el hecho una asociación, en teoría libremente consentida, con territorios que
guardaban cada uno su respectiva personalidad y en los que no se hacía
diferencia entre los sujetos de las diversas regiones; cada uno según su casta
o clase, tenía los mismos derechos, independientemente de su nacionalidad.
La nobleza de los
eslovenos, como los de Bohemia, serán muy pronto germanizadas, pero las de
Hungría y de Croacia jugarán un gran rol en el Estado.
Los serbios de los Confines
accederán muy seguido a altos cargos militares. Había sin duda, en el Imperio
austríaco una política de opresión de Estado el cual deriva más y más a la
centralización, pero no existía una total discriminación hacia los sujetos no
germanos del Imperio. Los sujetos cristianos bajo los turcos eran privados de
sus derechos, pero continuaban a formar comunidades étnicas homogéneas, con
fundamento confesional, sin bases territoriales definidas.
Los sujetos de los
Habsburgos pertenecían a un mosaico de unidades territoriales, y no étnicas,
muy diversificadas, que conservan a lo menos en teoría, sus instituciones
históricas; si ellas no son iguales en derecho según las castas de la sociedad
feudal, ellas son iguales según sus nacionalidades. Pero, al mismo tiempo, los
pueblos sometidos a los Habsburgos están en un mayor grado que los del Imperio
Turco, bajo la amenaza de asimilación. Y esto porque un cristiano del Imperio
Otomano (serbio, búlgaro, griego) no tenía ninguna oportunidad de llegar a
ocupar un puesto en el imperio; él vivía estrictamente en el cuadro de su
comunidad nacional y religiosa. Al contrario, un sujeto eslavo católico de
Austria (croata o esloveno, como también checo o eslovaco, y más tarde polaco)
podía pretender ocupar todos los empleos sin discriminación, a condición de
saber hablar y escribir el alemán (o el húngaro) y también haber adoptado las
costumbres de los pueblos dominantes del imperio. La germanización o la
magiarización lo acechaban.
Este peligro se sentirá muy
fuertemente sobre todo en el siglo XIX. Los serbios que vivían en el Imperio
Austríaco forman un clase aparte: su religión ortodoxa, cuya libertad de
ejercicio estaba garantizada por el Imperio, crea una barrera entre ellos y los
pueblos dominantes, y les protege por lo tanto, de una posible asimilación
cultural. Podían acceder a altas funciones en la administración, y en lo
militar, entregarán a Austria, numerosos generales serbios. Desde el punto de
vista cultural, la oposición que ya existía entre los pueblos ortodoxos y
católicos se profundiza.
Los serbios continúan en no
escribir su lengua nacional tal como la hablan. Escriben solamente el
"eslavo-serbio", una forma de eslavón apenas influenciado por el
habla local, con una ortografía muy compleja y diflcilmente comprensible para
el pueblo. Pero este mismo pueblo, produce, en su propia lengua y solo
oralmente, magnificas canciones: son cantos épicos que evocan especialmente las
luchas de resistencia contra los Turcos, y también sus cantos líricos son de
una gran belleza. Al oeste al contrario, se escribe en los dialectos locales
tal como ellos se hablan. En la Dalmacia veneciana o ragusina (Dubrovnik), se
conocerá en el Renacimiento una brillante florescencia literaria, que se
expresará ya sea en latín o italiano, pero también en los dialectos locales. La
región de Zagreb, y más al este Eslavonia, como así mismo Bosnia, conocerán
también una literatura local en sus propios dialectos.
A pesar de las profundas
diferencias existentes entre ambos imperios, tanto uno como el otro serán
sacudidos por las revueltas de sus pueblos durante el siglo XIX . Este
movimiento se unirá al despertar de las nacionalidades que atravesará Europa en
la época romántica, y se desarrollará progresivamente durante más de un siglo
(1804-1918), y llevará a la destrucción de los dos imperios y la aparición del
Estado yugoslavo. También los caminos de esta liberación serán bastante
diferentes a ambos lados de la frontera:
El Imperio Turco, más opresivo
y no permitiendo ningún derecho a sus sujetos cristianos, será desmantelado por
etapas y únicamente por la fuerza: una serie discontinua de revueltas
populares, guerras y otras operaciones militares se irán escalonando en
numerosos episodios desde 1804 a 1913. Es un proceso que hará nacer y crecer a
un Estado nacional serbio.
El Imperio Austríaco, por su parte
no verá su territorio disminuir, sino al contrario, crecer aún más. En 1797,
Napoleón le "regala" Dalmacia, precedentemente en poder de Venecia.
En 1809, Napoleón retoma Dalmacia, Istria y Eslovenia para crear las "Provincias
Ilirias", y anexa Dubrovnik, hasta entonces una república independiente.
Pero en 1815, después de la derrota de Napoleón, Austria se apodera nuevamente
de todo y esta vez, ya no habrá nada entre ella y los turcos (exceptuando al
minúsculo Montenegro).
En 1878 Austria ocupa la
provincia turca de Bosnia a la cual anexará definitivamente en 1908. Un
territorio equivalente a la mitad de la futura Yugoslavia (Eslovenia, Croacia,
Voivodina, Bosnia) estará por lo tanto bajo el poder de Viena. Pero ya este
Imperio era el teatro en el cual se estaba produciendo una lenta maduración
cultural a través de la cual, los pueblos eslavos que la habitaban, toman
conciencia de ellos mismos, y desarrollando sus lenguas y culturas, reivindican
pacíficamente sus derechos. Este proceso desemboca en el desarrollo de un
movimiento yugoslavo y el Imperio de los Habsburgos, se hundirá definitivamente
como consecuencia de su derrota en la Primera Guerra Mundial.
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Gaspar Glavic: Mis lecturas sobre los 2000 años de
la historia de Croacia
Studia Croatica - electronic edition -
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